09 – Enero

Cada vez que la veía quedaba mudo, no sabía qué hacer, ella era tan hermosa que lograba que él quedara petrificado. Lo único que quería era hablarle. Un día la enfrentó, la detuvo en la calle y la miró de frente. Sus ojos azules lo hipnotizaron al punto que deseó secar el mar para que no existiera un azul más hermoso que el de sus ojos, cambió la mirada entonces a su cabello, tal cosa no podía tener el poder de dejarlo callado, pero en su cabello rubio y rizado los reflejos del sol hacían que él no se concentrara en nada más que en ese hermoso vaivén de los cabellos que hacía parecer que el mismo sol le hubiese prestado sus rayos, al punto que deseó bajar el sol y eliminarlo solo para que ella no tuviera competencia.

Al cambiar su mirada la dirigió a su boca, sus dientes perfectos tan blancos como las perlas o como el destello de la luna, quiso tener acceso a un misil nuclear y destruir la luna que era la única que opacaba su belleza. Siguió recorriéndola con su mirada y se detuvo en su pecho, en sus senos, en ese instante quiso erradicar todas las montañas del mundo para que ella no tuviera comparación y a sí siguió, recorriéndola, oliéndola, deseándola con todo su ser y en el momento en que ella dijo Hola, la magia se rompió, el volvió en sí mismo y salió corriendo, ella gritaba espera ¿qué pasa?, dame una explicación y él sabía que nunca podía hablar con ella, porque si se enamoraba de ella, él era el único hombre capaz de acabar con el mundo para que nada opacara su belleza.

09 enero

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